Entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, tiene
lugar la revolución industrial, en la que se crean nuevos productos
comerciales, y surge la publicidad y la competencia, lo que hace que empiecen a
aparecer nuevas necesidades de inversión, por ejemplo, para carteles publicitarios.
Para esto se necesitaban impresiones grandes, hechas con grandes tipos
de madera, que llamaron tipos de
titulares.
Comenzaron a mezclar muchas tipografías y muchos tamaños cuando
querían anunciar algo con la finalidad de llamar la atención del público. Otros
de los avances de la época fueron la aparición de la negrita, fuentes con un grosor mayor, y el palo seco, fuentes sin
serif (la tipografía Caslon fue una de las primeras de este tipo).
En este contexto histórico, hay quienes reivindican una vuelta atrás,
como William Morris, una figura destacada del movimiento Arts and craft (arte y artesanía), que buscando la recuperación de
esta estética más sutil y cuidada, establece una imprenta por su cuenta, llamada
Imprenta Kelmscott. En ella, cuidan más la tipografía y recuperan el estilo clásico, y con él, la
tipografía gótica.
Sin embargo, la sociedad sigue avanzando, y empiezan a ser demandadas
técnicas aún más avanzadas con las que poder producir de manera más eficiente y
rápida, por ejemplo para la impresión de un diario.
Es entonces cuando aparece la primera industria tipográfica: La monotipia y la linotipia.
Aparecen prácticamente a la vez y son muy parecidas, pero se utilizan
para cosas diferentes. La linotipia (Otto Mergenthaler, 1886) es una máquina
que consigue mediante un teclado que las tipos vayan cayendo y automáticamente
vayan fundiéndose, creando líneas de texto. Posteriormente, esas líneas de
texto se vuelven a fundir para que puedan volver a utilizarse.
La monotipia (Tolbert Lanston, 1887) es un proceso similar, pero, a
diferencia de la linotipia, en ella las letras no se funden entre sí. Una de
sus ventajas es que puedes hacer modificaciones si te confundes, algo que no es
posible en la linotipia.
La monotipia se usa generalmente en la industria editorial, en la
elaboración de libros, y la linotipia mayormente para prensa.
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