lunes, 2 de noviembre de 2015

2.3. Tipografía en el siglo XX

A comienzos de siglo, en el año 1900 empiezan a aparecer las primeras vanguardias, aunque aún conviven con el Art Nouveau (modernismo en España), movimiento muy influenciado por la pintura, y considerado precursor del diseño gráfico.
La cartelería del Art Nouveau tiene todos los elementos característicos del diseño gráfico actual: la combinación de textos e imágenes, el fin de publicitar algo, etc, aunque, al ser los primeros intentos, no tienen el texto totalmente integrado. En estos carteles empleaban tipografías muy artísticas, dibujadas a mano.
El Art Nouveau se opone a la industrialización, que no cuida la estética de los carteles y los elementos gráficos, a técnicas como la impresión de titulares con tipos de madera, y defiende la belleza, el estilo y la línea.

Como tipografías de esta época podemos destacar la Arnold Böcklin, la Gismonda, la Isadora…


Pero además, en paralelo a todo esto, nacen las primeras letras sans serif (de palo seco), y de todas ellas, destaca la Akzidenz Grotesk, que realmente aparece a finales del siglo XIX, y es una tipografía revolucionaria, precursora de importantes fuentes de palo seco, como la Helvética.


También aparecen entonces la Franklin Gothic y la News Gothic.

En 1910, podemos destacar la aparición de los caligramas de Apollinaire, una técnica muy interesante que ha influenciado mucho en el mundo del diseño gráfico, y, lo que también fue realmente revolucionario fue la utilización de la tipografía en el Futurismo. Por ejemplo, Marinetti, que no era dibujante ni pintor, hacía textos teóricos, que parecían más partituras musicales que libros. Estaban plagados de onomatopeyas y estaban pensados para recitarse.
Ambos rompen las reglas de composición muy rígidas y abordan la libertad de poder componer en muchas direcciones.


Mientras esto ocurría en Italia, en Inglaterra, Edward Johnston crea la tipografía Johnston Underground, primera que utilizó el metro de Londres, y también creó su logo.



La década de 1920 es un periodo en el cual se intenta recuperar aquello que se había perdido en las contiendas, para lo cual surgen movimientos, el más importante de ellos fue la creación de la Escuela Bauhaus en Alemania.

Esta escuela tuvo un gran impacto, sobre todo en el mundo del diseño, aunque su periodo de actividad fuera corto (1919-1933).
Su propósito era intentar conectar el mundo de la industria con el del arte, que es nada más y nada menos que la filosofía del diseño.
Las tipografías de la escuela comenzaron a llamar la atención de diseñadores, tenían ciertas características propias del estilo de la Bauhaus, y Jan Tschichold decidió teorizar este estilo. Este señor, aparte de ser diseñador y tipógrafo, escribió varios libros importantes sobre tipografía, entre ellos “La nueva tipografía”, libro que escribió después de asistir a la exposición de la Bauhaus. Quedó impactado por este estilo tipográfico totalmente nuevo y fácilmente reconocible.

(Próximamente publicaré un post sobre él, y su tipografía Sabon)

En estos años también encontramos la Universal, de Herbert Bayer, muy característica del periodo de la Bauhaus, formada por formas geométricas simples, que no favorece la legibilidad, por lo que es utilizada sólo en titulares, la Futura, una tipografía de Paul Renner, también con formas muy simples, y la Architype, de Van Doesburg, que simula píxeles, con formas cuadradas, muy moderna para el momento.

La Segunda Guerra Mundial supuso un parón en el mundo del diseño: en la década de 1930 apenas se produjo nada, y muchos artistas tuvieron que huir del país.
El movimiento nazi creó una propia iconografía, una propia estética, recuperando valores clásicos, como la tipografía tradicional de la Edad Media (tipografía gótica).
Entre ellas, destacamos la Fette Franktur, que fue de las más utilizadas, en carteles por ejemplo.


Los exiliados se refugian en Suiza, haciendo que aparezca el estilo suizo. Éste es una continuación del estilo de la Bauhaus, y su principal rasgo distintivo fue la aparición del uso de retículas para componer.
Como tipografía de estos años está la Gill Sans, muy geométrica, muy del estilo Bauhaus, y muy muy usada en Inglaterra.

En los años 40 sigue estando presente la letra gótica que Hitler eligió como icono de sus diseños. La producción artística descendió mucho, y los únicos diseños que aparecieron fueron sobre la guerra (destacan los carteles propagandísticos). También, es en estos años cuando surgen las tipografías Stencil, basadas en plantillas, lo que era un proceso más rápido y económico.


Sin embargo, lo más innovador de esta época fue la aparición de la rotulación experimental. Empiezan a crearse unas tipografías más peculiares, que no tienen la intención de convertirse en cuerpo de texto, sino en titulares.
Podemos destacar la Van Der Leck, de Bart van der Leck, un pintor, que a partir de sus obras decidió crear esta tipografía con su propio lenguaje de la línea. 


En 1950, se produce la consolidación del estilo suizo: dejó de verse como algo experimental, y se reconoce como tal, empezando además a aparecer en libros.
De este periodo son dos artistas, que justo han fallecido este año: Hermann Zapf y Adrian Frutiger.
Hermann Zapf, creó una serie de tipografías, entre ellas la Zapf Dingbats, una de las primeras Dingbats (tipografías de símbolos) que aparecieron, la Optima, que recuerda al estilo romano, la Palatino, de la que llama la atención su “P” que no cierra del todo, y la Zapfino, una de las handwriting más conocidas.


Y Adrian Frutiger, que tiene dos tipografías muy importantes: una de ellas es la Univers, que además es una de las más importantes del siglo XX, por la cantidad de variables que tiene, y porque incorpora un sistema totalmente diferente de organizar una familia tipográfica. Hasta la Univers, las familias se organizaban en normal, bold y demás, pero Frutiger propuso organizarlo por números: a mayor número, la letra se hacía más negrita, o más cursiva, teniendo una amplia gama de variaciones de un mismo carácter, aumentando su versatilidad. 


Otra de sus tipografías fue la Frutiger, que fue un encargo para la señalética de un  aeropuerto de París.
Y llega la Helvética.


Su diseñador es Max Miedinger, y originalmente no se llamaba así. Fue cuando una fundición americana la compró cuando recibió este nombre y a partir de entonces empezó a tener repercusión, más divulgación y se comercializó.
La Helvética es eficaz tanto para titulares como para cuerpo de texto, y su éxito se debe a su estupenda legibilidad en todo tipo de situaciones.

En los años 60, tiene lugar un acontecimiento bastante importante, nace la fotocomposición, que hace que haya una gran profusión en la creación de tipografías. Estas además empiezan a comercializarse.
También surge el concepto de autoedición, y unos de los primeros métodos fue Letraset, que consistía en escribir ayudándose de unas plantillas, dando un aspecto más profesional que escrito a mano. 


Como tipografías de esta época nombraremos la Eurostyle, una tipografía sans serif, con aspecto cuadrado, y la Avant Garde, de Herb Lubalin, letras de cuerpo grueso, formadas por círculos y líneas rectas, y más allá del diseño de las letras, da la sensación de querer forzar el tracking, llegando a montarse unas letras encima de otras.


También podemos resaltar que empiezan a aparecer los primeros ordenadores, que eran aparatos muy grandes, con pantallas monocromo, y con ciertas características que hoy en día asociamos con lo retro.
También encontramos en estos años la tipografía E 13 B, y muchas en las que empieza a haber cierta fantasía tipográfica, como la Block up.

Y llegamos a los años 70, un periodo vacío, poco productivo sobre todo en comparación con los años 60. ¿Qué hubo entonces? Un diseño gráfico que utilizaba la psicodelia, las deformaciones, y letras puramente dibujadas.


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